Cuando el Gran Hermano me intenta asfixiar con su capa de censura para
regocijo de la plebe maloliente que medra entre la envidia, la cobardía y
la sinrazón sin sazón, no me queda más remedio que ,en la placidez de
mis horas, dedicarme a buenos vicios como la lectura, la música y los
mundanos y pecadores quehaceres de la vida. La muerte es el fin, todo lo
demás es entretenimiento.
Todo lo que me viene a la cabeza, con ganas de gritarlo. Pero las buenas costumbres y una sociedad balbuceante me limitan. Eso, gritar, porque hay muchos oídos sordos y cerebros planos. Gritar para estremecer, no para convencer, porque no hay razón en los decibelios sino en el verbo diáfano y mordaz de un argumento.
Wednesday, June 26, 2019
Thursday, January 24, 2019
Venezuela en la encrucijada.
Wednesday, August 8, 2018
Brujería contra Donald Trump.
Próximos a las elecciones de medio término del primer mandato del presidente Donald Trump, la izquierda liberal, los vaciladores, enredados, débiles sociales, pandereteros y cualquier enjambre y cochambre afín continúa llorando por los rincones sin sobreponerse al resultado electoral de hace poco más de dos años.
Este tiempo ha sido gastado en discursos, acosos, atentados, sabotajes, intimidaciones, agresiones, aplicación de la censura contra quienes apoyan abiertamente la política del presidente. Han querido sacarle de la Casa Blanca tratando de involucrarlo con alianzas ilegales o poco éticas con los rusos, putas y más de uno hasta con Satanás. No importa que la economía esté mejor que en los últimos 20 años, que el desempleo marque mínimos históricos, incluso para minorías como negros o latinos. No importa que Trump salga por el mundo a reclamar el espacio que EEUU merece y hable con fuerza o fuerce a líderes a negociar, desde una democrática Alemania hasta una esquizofrénica dictadura como la de Corea del Norte. No importa que se preocupe por su país y sus ciudadanos, intentando llevar tranquilidad y prosperidad a los mismos a través de beneficios fiscales o el hacer cumplir leyes migratorias. Para todos estos desarraigados mentales, cualquier cosa que Trump haga es malo, y si es bueno, es porque algo malo tendrá en mente o es consecuencia de algo bueno antes hecho por Obama. Es enfermizo y ya lo están diagnosticando.
Pero cuando creía que la pataleta de colectivizados sociales en razas, géneros, subgéneros y degenerados; en ideologías y patologías y seguidores carnavalescos, plañideros y soplacaños era de por sí demasiado, entro en contacto con una nueva dosis de realidad. Resulta que lleva haciéndose desde hace un tiempo un ritual de brujería masiva contra el presidente Trump, intentando involucrar a los adeptos, ineptos y siniestros que puedan meter en el saco.
Según la página de Facebook Mass Spell to Bind Donald Trump, este ritual de atadura o amarre masivo se lleva a cabo a medianoche en cada luna creciente menguante hasta que Donald Trump sea destituido de su cargo. La luna menguante, conocida también como "creciente menguante" o " vieja" (este último término poco conocido) es idéntica a la luna nueva visible, pero en sentido opuesto. Solo es posible verla de madrugada, hacia el este, justo por encima de la aurora o el alba y antes de que salga el Sol. Tiene apariencia de pequeña guadaña, imagen que bien simboliza a la muerte y por ende, a estos predicachuchos deseosos del mal ajeno aunque en ellos caiga las siete plagas bíblicas. La brujería siempre se pacta para las 11.59PM, con chascarrillos convenientes, velas, aromas y la imprescindible quema de una foto de Donald Trump.
El fundamento principal de estos guerreros oscuros está en las páginas del libro Magia para la Resistencia: Rituales y Hechizos para el Cambio, de Michael H. Hughes. Guru en embaucar antitrumpistas para comerles el cerebro devolvérselos vomitado, los subvierte mediante cantaletas, doctrinas de letrinas y mareos por las redes sociales. Su fin último es la autopropaganda para la venta de libros, artículos y enseres relacionados.En el medio de esta singular batalla, encontramos hombres de fe que nos clarifican al respecto. Es así como el padre Vincent Lampert, exorcista de la Arquidiócesis de Indianápolis lo explica: "Los hechizos pueden tener poder, pero no viene de Dios. Cualquiera que se atreva a decir que quiere desafiar a Dios está utilizando el poder del mal como propio. Deben darse cuenta de que no podemos usar al diablo; el diablo nos utiliza. La gente no puede controlarlo y el diablo termina usándolos para sus propios fines. Los hechizos sólo tienen efecto en las personas que son espiritualmente débiles." John Esseff, de la Diócesis de Scraton, Filadelfia, es más directo: "No están contra Trump en realidad sino contra Jesús (Cristo). Cualquiera que empiece a poner a Dios en su lugar va a tener las fuerzas del infierno en su contra."
Hoy la luna está al gusto de estos lunáticos y aunque se levanten con sueño a trabajar, de seguro repetiran una vez más el protocolo establecido para despertar mañana, ojerosos, carilargos, con una realidad como un templo: Donald Trump es el presidente de los Estados Unidos. Thursday, June 7, 2018
Carta de José Martí a Máximo Gómez.
Sr. Gral. Máximo Gómez
N.Y.
Un pueblo no se funda, General, como se
manda un campamento:-y cuando en los trabajos preparatorios de una
revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el
deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y
elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del
espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a
cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos los recursos de fe y
de guerra que levante este espíritu a los propósitos cautelosos y
personales de los jefes justamente afamados que se presentan a
capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades
públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor
respetadas mañana? ¿Qué somos, General?: ¿los servidores heroicos y
modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de
un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con
el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la
guerra a un pueblo para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron
Vds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a
perderla en otra?-Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos
prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con
mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria:-y a ese
espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto
público y privado, el más profundo respeto;-porque tal como es
admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el
que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de
gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida.-El dar la vida
sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.
N.Y.
Distinguido General y amigo:
Salí en la mañana del sábado de la casa
de Vd. con una impresión tan penosa, que he querido dejarla reposar dos
días, para que la resolución que ella, unida a otras anteriores, me
inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera, o excesivo
celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo jamás atacadas,-sino
obra de meditación madura:-¡qué pena me da tener que decir estas cosas a
un hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades
notables para llegar a ser verdaderamente grande!- Pero hay algo que está
por encima de toda la simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y
hasta de toda razón de oportunidad aparente: y es mi determinación de no
contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo
la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que
sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora
soporta, y más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado
por algunas virtudes, embellecido por la idea encarnada en él, y
legitimado por el triunfo.
Un pueblo no se funda, General, como se
manda un campamento:-y cuando en los trabajos preparatorios de una
revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el
deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y
elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del
espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a
cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos los recursos de fe y
de guerra que levante este espíritu a los propósitos cautelosos y
personales de los jefes justamente afamados que se presentan a
capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades
públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor
respetadas mañana? ¿Qué somos, General?: ¿los servidores heroicos y
modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de
un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con
el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la
guerra a un pueblo para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron
Vds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a
perderla en otra?-Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos
prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con
mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria:-y a ese
espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto
público y privado, el más profundo respeto;-porque tal como es
admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el
que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de
gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida.-El dar la vida
sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.
Ya lo veo a Vd. afligido, porque
entiendo que Vd. procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de
veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro,
es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la
mayor sinceridad se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso
que, a despecho de toda consideración de orden secundario, la verdad
adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que
considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de
que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio.-Domine
Vd., Gral., esta pena, como dominé yo el sábado el asombro y disgusto
con que oí un inoportuno arranque de Vd., y una curiosa conversación que
provocó a propósito de él el Gral. Maceo, en la que quiso-¡locura
mayor!-darme a entender que debíamos considerar la guerra de Cuba como
una propiedad exclusiva de Vd., en la que nadie puede poner pensamiento
ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de dejarse, si se la
quiere ayudar, servil y ciegamente en sus manos.-No: no por
Dios!:-¡pretender sofocar el pensamiento, aun antes de verse, como se
verán Vds. mañana, al frente de un pueblo entusiasmado y agradecido, con
todos los arreos de la victoria? La patria no es de nadie: y si es de
alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor
desprendimiento e inteligencia.
A una guerra, emprendida en obediencia a
los mandatos del país, en consulta con los representantes de sus
intereses, en unión con la mayor cantidad de elementos amigos que pueda
lograrse;-a una guerra así, que venía yo creyendo-porque así se la pinté
en una carta mía de hace tres años que tuvo de Vd. hermosa respuesta-
que era la que Vd. ahora se ofrecía a dirigir;-a una guerra así el alma
entera he dado, porque ella salvará a mi pueblo;-pero a lo que en
aquella conversación se me dio a entender; a una aventura personal,
emprendida hábilmente en una hora oportuna, en que los propósitos
particulares de los caudillos pueden confundirse con las ideas gloriosas
que los hacen posibles; a una campaña emprendida como una empresa
privada, sin mostrar más respeto al espíritu patriótico que la permite,
que aquel indispensable, aunque muy sumiso a veces, que la astucia
aconseja, para atraerse las personas o los elementos que pueden ser de
utilidad en un sentido u otro; a una carrera de armas, por más que fuese
brillante y grandiosa, y haya de ser coronada con el éxito,- y sea
personalmente honrado el que la capitanee;-a una campaña que no dé desde
su primer acto vivo, desde sus primeros movimientos de preparación,
muestras de que se la intenta como un servicio al país, y no como una
invasión despótica;-a una tentativa armada que no vaya pública,
declarada, sincera y únicamente movida del propósito de poner a su
remate en manos del país, agradecido de antemano a sus servidores, las
libertades públicas; a una guerra de baja raíz y temibles fines,
cualesquiera que sean su magnitud y condiciones de éxito-y no se me
oculta que tendría hoy muchas-no prestaré yo jamás mi apoyo.-Valga mi apoyo lo que
valga, -y yo sé que él, que viene de una decisión indomable de ser
absolutamente honrado, vale por eso oro puro,- yo no se lo prestaré
jamás.
¿Cómo, General, emprender misiones,
atraerme afectos, aprovechar los que ya tengo, convencer a hombres
eminentes, deshelar voluntades, con estos miedos y dudas en el
alma?-Desisto, pues, de todos los trabajos activos que había comenzado a
echar sobre mis hombros.
Y no me tenga a mal, General, que le
haya escrito estas razones. Lo tengo por hombre noble, y merece Vd. que
se le haga pensar. Muy grande puede llegar a ser Vd.,-y puede no llegar a
serlo. Respetar a un pueblo que nos ama y espera de nosotros, es la
mayor grandeza. Servirse de sus dolores y entusiasmos en provecho
propio, sería la mayor ignominia.-Es verdad, Gral., que desde Honduras
me habían dicho que alrededor de Vd. se movían acaso intrigas, que
envenenaban, sin que Vd. lo sintiese, su corazón sencillo; que se
aprovechaban de sus bondades, sus impresiones y sus hábitos para apartar
a Vd. de cuantos hallase en su camino que le acompañasen en sus labores
con cariño, y le ayudaran a librarse de los obstáculos que se fueran
ofreciendo-a un engrandecimiento a que tiene Vd. derechos
naturales.-Pero yo confieso que no tengo ni voluntad ni paciencia para
andar husmeando intrigas, ni deshaciéndolas. Yo estoy por encima de todo
eso. Yo no sirvo más que al deber, y con este, seré siempre bastante
poderoso.
¿Se ha acercado a V. alguien, Gral., con
un afecto más caluroso que aquel con que lo apreté en mis brazos desde
el primer día en que le vi? ¿Ha sentido Vd. en muchos esta fatal
abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo
de andar ocultando mis propósitos para favorecer ambicioncillas
femeniles de hoy o esperanzas de mañana? Pues después de todo lo que he
escrito, y releo cuidadosamente, y confirmo,-a Vd., lleno de méritos,
creo que lo quiero:-a la guerra que en estos instantes me parece que,
por error de forma acaso, está V. representando,-no:-
Queda estimándole y sirviéndole
José Martí
New York, octubre 20, 1884.
Sunday, March 4, 2018
Ciudadanos por nacimiento. Conflictos legales y sociales.
La inmigración ilegal es un flagelo para las sociedades y el nacimiento de niños de padres ilegales también constituye un lastre para las economías y los servicios sociales.
Un estudio del Centro de Estudios sobre Inmigración (CIS) de Washington, D.C. hace unos años revelaba que una mayoría de países no conceden ciudadanía por el simple de hecho de haber nacido en su territorio, sino que la condiciona a que uno de los padres o incluso los dos sean residentes legales y casos en que deben ser hasta ciudadanos o para un límite de hijos.
Aunque resulte paradójico, la tendencia mundial se encamina a eliminar estos beneficios, tal como lo han hecho Australia, Irlanda, India, Nueva Zelanda, Inglaterra o Malta en las últimas décadas. De las 31 naciones más avanzadas, solo EEUU y Canada mantienen el jus soli, esto es, nacionalidad o ciudadanía por nacimiento, mientras que en las pocas restantes se debate en muchas ocasiones por su eliminación. Los EEUU no son un caso aparte donde, incluso desde 1993 y a propuesta del senador demócrata Harry Reid, se llevó una petición para el cambio a la enmienda constitucional, algo que tiene apoyo bipartidista pero que encuentra temores en enfrascarse en el dilema de retocar la Constitución, no obstante se siga proponiendo leyes de este tipo.
Ante el desorden humanitario provocado por países gamberros-bananeros, una política de inmigración sostenible es necesaria para no crear el caos en naciones receptoras y desalentar éxodos masivos e intermitentes, en muchas ocasiones dirigidos por mafias de contrabando humano y que tantas vidas a cobrado en esos intentos de escapar hacia los llamados paraísos.
Saturday, December 23, 2017
Jorge Ramos, activista-periodista de la izquierda caviar.
Uno de los grandes problemas de la izquierda caviar, esos millonarios por herencia o trabajo duro, es poder equilibrar lo que piensan con los hechos y estos con la realidad. Sienten un complejo botarático en tener bastante y se lanzan a despotricar sofismas y soflamas, se convierten en defensores de causas perdidas, alteran el medio y en medio de su alteración, llevan la confusión a las masas atiborradas de desencanto pero deseosas de cantos sirenaicos.
Un personaje de esos, siniestro donde los haya, de verbo torcido y mentidor de fondo, es el periodista mexicano naturalizado norteamericano Jorge Ramos. Su agenda propagandista, para alimentar su ego, fama y por supuesto, abultar su bolsillo, ha sido la cacareada defensa de los inmigrantes ilegales, haciendo creer que tienen tanto derecho como los que legalmente residen en EEUU. Entrevistas, programas repicando los mismos disparates, enervando a los cojos de oídos, esos que oyen de un solo lado, incapaces de buscar la verdad, ya sea por ideología, por vagos o por incapacidad (¡no leen o escriben en inglés y malamente en español!) y arreando a protestas que suelen tornarse violentas casi siempre. Durante la campaña presidencial de Donald Trump, este comunicador floripondiano montó su espectáculo, no por la importancia de su mensaje, sino para su proyección mediática como reconocido "antitrumpista", pues así ganaba más espacio en las huestes liberales y dividendos entre los mareados que les creen sus historietas.
Una de ellas, es de recordar, es su gran oposición al muro fronterizo entre México y EEUU. Aboga por la libre circulación, que si todos tienen derechos y ese bla bla bla que suena a música celestial pero es tierra firme no es más que ruido de tumultera. Pero, ¿cómo vive esa misma realidad el señor Jorge Ramos?. De la manera más desvergonzada posible, si a sus palabras nos remitimos. Este defensor de la libre circulación y nada de fronteras cerradas se compró, y vive con su joven novia María Chiquinquirá Delgado Diaz, una mansión en el exclusivísimo barrio de Cocoplum en Coral Gables, Miami, a un costo superior a los $3,000,000 en una zona con seguridad privada, muros, rodeada de canales, entradas restringidas y supervisadas a la barriada por una única calle y bien aislada de los comunes mortales que suele defender en sus arengas.
Cuando escuchen otra vez a Jorge Ramos pidiendo que no haya fronteras y que se circule libremente y no se detenga a nadie, debemos pedirle que primero podamos entrar a su barrio, a su casa y quedarnos el tiempo que querramos, sin que nadie nos cuestione o nos retenga y expulse. Que sea consecuente con lo que predica, aunque es mucho pedir a la izquierda dolarizada y cerebroenfermiza.
Un personaje de esos, siniestro donde los haya, de verbo torcido y mentidor de fondo, es el periodista mexicano naturalizado norteamericano Jorge Ramos. Su agenda propagandista, para alimentar su ego, fama y por supuesto, abultar su bolsillo, ha sido la cacareada defensa de los inmigrantes ilegales, haciendo creer que tienen tanto derecho como los que legalmente residen en EEUU. Entrevistas, programas repicando los mismos disparates, enervando a los cojos de oídos, esos que oyen de un solo lado, incapaces de buscar la verdad, ya sea por ideología, por vagos o por incapacidad (¡no leen o escriben en inglés y malamente en español!) y arreando a protestas que suelen tornarse violentas casi siempre. Durante la campaña presidencial de Donald Trump, este comunicador floripondiano montó su espectáculo, no por la importancia de su mensaje, sino para su proyección mediática como reconocido "antitrumpista", pues así ganaba más espacio en las huestes liberales y dividendos entre los mareados que les creen sus historietas.
| Mansión de Jorge Ramos, en Cocoplum. |
Cuando escuchen otra vez a Jorge Ramos pidiendo que no haya fronteras y que se circule libremente y no se detenga a nadie, debemos pedirle que primero podamos entrar a su barrio, a su casa y quedarnos el tiempo que querramos, sin que nadie nos cuestione o nos retenga y expulse. Que sea consecuente con lo que predica, aunque es mucho pedir a la izquierda dolarizada y cerebroenfermiza.
Tuesday, December 5, 2017
Para los desmemoriados cubanos (y afines al palenque).
Carta del ex-director de la revista Bohemia días antes de su suicidio en su apartamento en Caracas, Venezuela. Se debate la autenticidad y el ya difunto periodista Agustin Tamargo acusó en su día a Montaner de inventarse la misiva. Sea apócrifa o no, lo importante es el contenido demoledor, las verdades expuestas, el triunfo de la mentira sobre la razón.
Sr. Ernesto Montaner
Miami, Florida
12 de agosto de 1969
Querido Ernesto:
Cuando recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado ¡al fin! sin que nadie pudiera impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de 1965.
Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como "el único culpable" de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera "el único culpable". Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad.
Culpables
fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos
demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de
aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud,
por sentirse halagados por la aprobación de la plebe. vestían el odioso
uniforme que no se quitaban nunca.
No importa quien fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública.
El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.
Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gansteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión.
Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República.
Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó "los veinte mil muertos". Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.
Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a entregar el poder.
Fue culpable Estados Unidos de
América, que incautó las armas destinadas a las fuerzas armadas de Cuba
en su lucha contra los guerrilleros.
Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba.
Fueron culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla fracasar como lo hicieron.
Fueron culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas. Y los periódicos que como Bohemia, le hicieron el juego a los abstencionistas, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones.
Todos fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes. Ricos y pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga: que los más "virtuosos" y los más "honrados" eran los pobres.
Muero asqueado. Solo. Proscrito. Desterrado. Y traicionado y abandonado por amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días muy difíciles. Como Rómulo Betancourt, Figueres, Muñoz Marín... Los titanes de esa "Izquierda Democrática" que tan poco tiene de "democrática" y tanto de "izquierda".
Todos deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung.
Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo. Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones tendenciosas, sembradoras de dio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio, cuyas frutas hemos visto que no podían ser más amargas.
Fuimos un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera.
Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. Nos olvidamos de Nuñez de Arce cuando dijo: "Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano".
Adiós. Éste es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho.
Miguel Ángel Quevedo
Sr. Ernesto Montaner
Miami, Florida
12 de agosto de 1969
Querido Ernesto:
Cuando recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado ¡al fin! sin que nadie pudiera impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de 1965.
Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como "el único culpable" de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera "el único culpable". Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad.
Culpables
fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos
demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de
aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud,
por sentirse halagados por la aprobación de la plebe. vestían el odioso
uniforme que no se quitaban nunca.No importa quien fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública.
El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.
Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gansteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión.
Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República.
Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó "los veinte mil muertos". Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.
Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a entregar el poder.
| Miguel A. Quevedo y Castro. 1959. |
Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba.
Fueron culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla fracasar como lo hicieron.
Fueron culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas. Y los periódicos que como Bohemia, le hicieron el juego a los abstencionistas, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones.
Todos fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes. Ricos y pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga: que los más "virtuosos" y los más "honrados" eran los pobres.
Muero asqueado. Solo. Proscrito. Desterrado. Y traicionado y abandonado por amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días muy difíciles. Como Rómulo Betancourt, Figueres, Muñoz Marín... Los titanes de esa "Izquierda Democrática" que tan poco tiene de "democrática" y tanto de "izquierda".
Todos deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung.
Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo. Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones tendenciosas, sembradoras de dio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio, cuyas frutas hemos visto que no podían ser más amargas.
Fuimos un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera.
Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. Nos olvidamos de Nuñez de Arce cuando dijo: "Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano".
Adiós. Éste es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho.
Miguel Ángel Quevedo
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