Cuando el Gran Hermano me intenta asfixiar con su capa de censura para
regocijo de la plebe maloliente que medra entre la envidia, la cobardía y
la sinrazón sin sazón, no me queda más remedio que ,en la placidez de
mis horas, dedicarme a buenos vicios como la lectura, la música y los
mundanos y pecadores quehaceres de la vida. La muerte es el fin, todo lo
demás es entretenimiento.
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