Pese al poco interés oficial de sus dirigentes, Rusia, heredera natural de algunos abortos sociales del siglo XX, recordó el centenario de la llamada Revolución de Octubre. La raíz de lo que luego se conocería por "comunismo ruso" (en realidad una amalgama de textos sacados de contexto pero que funcionaron para enrarecer el ambiente, descolocar al pueblo ingenuo pero sufridor de varias realidades que le azotaba desde mucho antes) se produce con la Revuelta Decembrista de 1825.
El régimen de los zares mantuvo su dirección, a pesar de las claras evidencias de la aristocracia por modernizarse y acercarse a Occidente, un temor que siempre ha estado presente por el orgullo ultranacionalista para con la Madrecita Rusia, y que fue sutilmente usado por los detractores para socavar el imperio y propiciar su caída definitiva.
El siglo XIX termina pero cinco años después se produce una manifestación de trabajadores, manipulada por ideólogos socialistas y extremistas, que da el primer quiebro a los amos de San Petersburgo (más tarde Petrogrado, Leningrado y de nuevo San Peterburgo), en ese momento la capital del país. Conocido como Domingo Sangriento, se cree que miles de personas sufrieron el ataque de los soldados rusos, con muertos y heridos, aunque el zar no se encontraba en la ciudad ni hay datos fiables de que mandara a actuar de esa forma tan violenta.
El ambiente sigue sin asentarse y la Primera Guerra Mundial da la estocada final, primero con unas manifestaciones masivas y huelgas a principios de 1917 en Petrogrado, provocando la renuncia del zar y la creación de un gobierno con participación de "socialistas y revolucionarios moderados" pero que no era del agrado de Lenin ni de Trotsky. Aprovechando las mismas circunstancias que acontenció meses antes, crearon la estrategia de acoso y derribo del débil vestigio de gobierno democrático para imponer, con una conjura de varios sectores de la sociedad, propaganda malintencionada y un pueblo acorralado entre el duro invierno, las necesidades y la desinformación, luego del asalto a las sedes gubernamentales, un gobierno de los soviets dirigido por el Partido Bolchevique. Ya es octubre (por el calendario juliano ruso, noviembre para los que usan el gregoriano) y la Revolución Roja comienza a estructurar una nueva visión de la sociedad que, por desgracia, sería impuesta a sangre y fuego en muchas partes del mundo.
Tardó unos años en consolidarse este poder. Millones de asesinados o muertos por hambrunas provocadas, prisiones, campos de concentración y exilio con el propósito de purgar, doblegar o pasar a mejor vida a los disidentes de estos nuevos iluminados. De hecho Trotsky sería ultimado brutalmente por un comunista español con la aprobación de Stalin..
Al ser Rusia un territorio tan grande en proporción con su ínfima población, se propaga la teoría de la internacionalización del comunismo soviético y la fidelidad a sus amos en Moscú, que pasó a ser la capital en 1918. El mundo recogía con asombro y hasta esperanza este nuevo "sistema de y para los trabajadores". La propaganda era efectiva, así también la censura, que pocas veces podía romper ese férreo bloque.
Lo demás es ampliamente conocido. El comunismo resultó estratégicamente vencedor tras la Segunda Guerra Mundial por la debilidad y parca visión de los Estados Unidos. Nuevos países sovietizados a la fuerza y otros a conveniencia, como el caso cubano, crearon un equilibrio ilusorio que en realidad era una guerra ideológica en la que, a la larga, saldría triunfador el capitalismo democrático.
Pero los comunistas, como hace cien años atrás, no descansan en su meta de alzarse con el poder para atornillarse. No importa estar detrás de ambientalistas, feministas, sindicatos, partidos populares y cuantas movidas "humanitarias" revoloteen. Pobres y ricos, tontos y listos. Muchos siguen encantados por estos titiriteros sin entender que esas actuaciones son, en realidad, un viejo y terrorífico teatro.
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